En un principio fueron tres.
Tres ellas, tres Juanas que buscaban qué contar a través de la poesía. El zapatito, la novia abandonada, los tules con la espera de Girondo. Pero se escurrió la idea (o fue una virtuosidad hacia otro camino, ya con una ausencia), y se escapó una de ellas.Quedaron dos Juanas, que volvieron a llamar sin saber muy bien a quién, ni a dónde, y entonces apareció Directeur. Él las moldeó, las suavizó, las obligó a caminar deslizándose, en puntas de pie. Ordenó los textos en escenas, intercaló oraciones y contó así otras frases, otras historias a partir de las primigenias. Sumó voces, lamentos, flores. Aceptó el pan que antes era plastilina y que sería parte fundamental de uno de los cuentos de las actrices. Quitó los ruidos y los tules, y puso gasas –junto con una de las Juanas- a toda la puesta. Gasas y música, pedida a un amigo dos semanas antes de estrenar, y que resultó en canciones con silbidos y valcesitos alegres.Llamó a una capturadora de imágenes, una fotógrafa, y le pidió retratos de las historias contadas dentro de “Las Juanas y las otras, soliloquios para mujeres tristes en cinco actos”.Entonces empezaron a buscar el nombre del grupo… Late.A punto de mostrar el trabajo del arduo año -escrito y rescrito por Juana 1-, recibieron con alegría la imagen de la Juana única, la que representaría a todas: una pintura, un retrato hecho por el rey Sol, regalado a la puesta pero mas que nada a su amor, la Juana que escribía y rescribía, el alma de la función.Hace tres años empezaron a ensayar. El primer año, religiosamente, todos los días de la semana, menos sábados y domingos.Cuatro funciones después de un año de trabajo, hace tres años. La felicidad de haber parido la idea, de haberla plasmado en imágenes, en transpiración.- Días de descanso y regreso a la temporada-, anunciaban ellas.Pero claro que no fue así. Después de los días de descanso, las dos Juanas quedaron embarazadas, en honor a sus nombres… Janet, Janita.Juana, la Juana de todo el mundo, la que piensa y ejecuta, la que cae y se encierra, cría y cree y entonces vuelve a salir a buscar alimento para el cuerpo, para el alma. La Juana mujer que se desespera y espera por naturaleza. Que ríe, que llora a gritos que de profundos suenan lejanos.Pasaron el segundo año haciendo cálculos para empezar los ensayos, mientras Directeur las dejó mirando la luna, e hizo de su genio la multiplicación de las escenas: armó un nuevo espectáculo, al que llamó “Las camas. O cinco formas de dormir y una de no despertarse jamás”.Las Juanas esperaron, pacientes primero e impacientes después. Una vez que parieron cada una a una pequeña Juana más, volvieron a juntarse a recordar letra, ayudadas por la memoria corporal. Esa memoria que no era la misma –aunque todo sea como se lo recuerda-, porque el cuerpo había cambiado. Había kilos de más, gracia de menos (por saber que no eran las mismas) y falta de noción de lo importante que había sido para la puesta el tiempo pasado, sobre todo.Tercer año de ensayo entonces.Ahí se hizo la transformación completa, el giro. Las Juanas bailaron con gracia y bebieron el vino del final de la puesta.Volvieron a la sala grande, en la que Juana 2 puso hornitos de velas encendidas por cábala. Las velas a esa Juana le dan seguridad, la hacen sentirse parte del ambiente, que en verdad es gigante para los dos cuerpos que muestran las miserias y alegrías humanas usando como escenario, la alfombra en el suelo; y como medio, el teatro que tiene la poesía.Después, aunque extrañaron elementos y luces, se trasladaron de una sala a la otra de la ciudad. No importó el espacio.Ahora esperan un nuevo año, ansiosas por el nuevo giro de la rueda de la fortuna.